A la hora de conducir las maniobras suaves, ser respetuoso con los demás conductores y mantener la calma reducen la posibilidad de un accidente. El estrés puede impedir todo ello y hacer mucho más arriesgada tu conducción.
Conducir bajo estrés puede tener efectos muy negativos en la conducción comenzando por una actitud más agresiva. Esto puede provocar un sinfín de problemas: desde hacer maniobras imprevistas hasta desgastar en exceso el sistema de frenos, combustible y otras partes del vehículo.
El estrés también aumenta la competitividad en las personas, motivando a aumentar la velocidad de conducción y realizar adelantamientos de riesgo.
De hecho, un conductor estresado reduce al mínimo su precaución y toma riesgos cuando, en una conducción tranquila, nunca los tomaría.
Además, hay una relación directa entre el estrés y el incumplimiento de las señales de tráfico. Bien por las prisas en llegar al punto de destino o por estar pensando en otras cosas. La falta de concentración en la carretera hace que una persona estresada se salte un semáforo, no mire a la hora de cambiar de carril o no respete la velocidad máxima permitida.
Para evitar el estrés a la hora de conducir hay que diferenciar el que se produce antes y el que tiene lugar durante la conducción. Antes de ponernos al volante, motivos laborales y personales pueden provocarnos estrés. Esto, inevitablemente, hará que lo mantengamos o incluso incrementemos mientras conducimos.
Por otro lado, el estado de la vía también puede afectar al estrés del conductor. Sea por la actitud de otros conductores, la congestión de tráfico o cualquier posible atasco por obras o por un accidente.
Cuando son problemas personales o laborales, el primer consejo es dejarlos «aparcados» mientras se conduce. Poner la radio o música de acompañamiento puede ayudar a olvidar temporalmente esos problemas o conflictos. Además, hay que tener en cuenta que el sueño afecta al estrés, por lo que no es recomendable conducir cansado.
Si el problema se encuentra en un atasco, mantener la calma debe ser la máxima prioridad. Hasta que no se sale de la congestión es difícil poder acelerar el tráfico por lo que ponernos nerviosos no servirá de nada.
Si la congestión es rutinaria busca vías alternativas en ese trayecto. En ocasiones vale la pena escoger una ruta más larga, pero al mismo tiempo más tranquila. Sobre todo si se hace todos los días. Es posible que incluso te ayude a ahorrar combustible.
La temperatura en el vehículo también es un factor de estrés que puedes evitar. El exceso de calor puede aumentar los nervios del conductor por lo que siempre es más recomendable un habitáculo fresco en un ambiente agradable.
Por último, para los conductores que lleven poco tiempo con el carné de conducir es posible que ponerse al volante genere estrés. Es algo completamente lógico que va desapareciendo con la experiencia.
En estos casos lo recomendable es coger práctica y realizar de forma continuada los mismos recorridos. Poco a poco se irán perdiendo los nervios.
En general, lo importante para conducir sin estrés es sentarse al volante con la máxima tranquilidad que sea posible. Dejar en pausa cualquier problema personal que se tenga ajeno a la conducción y recorrer el trayecto de forma suave, sin agresividad y con máxima comprensión respecto a la situación del tráfico y al comportamiento de otros conductores.
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